lunes, 12 de septiembre de 2011

ESTRUENDO

Ayer se conmemoraron 10 años del atentado masivo que sacudía a EEUU (y por añadidura al mundo civilizado al completo). Una década desde que empotraron dos aviones contra el World Trade Center de Nueva York, otro contra el Pentágono e intentaron hacerlo en la Casa Blanca, aunque frustrándolo los pasajeros. Poco voy a comentar que no se sepa ya de lo que ocurrió estos días. Poco puedo añadir tras un fin de semana de documentales, reportajes, remember morboso...
Afortunadamente casi todo el fin de semana me lo he pasado desconectado de la tele, excepto para el fútbol y para la Fórmula 1. Así me he librado de todo ese ataque discriminado a nuestro recuerdo, y porque no decirlo, a nuestros terrores más profundos, a volver a vivir un día del que no nos podíamos despegar de la tele y que ha cambiado nuestras vidas para mal.
Inevitablemente el 11-S nos lleva al 11-M, pero también a la guerra de Afganistán, a la guerra de Irak, al pavor de volar, a la caza xenófoba del musulmán.
Por desgracia a última hora del 11-S me crucé con un documental (o reportaje, no lo sé bien) que emitían en una de las cadenas generalistas. Sólo ví un minuto (aproximadamente) no me hizo falta ver más.
Un persona, que estuvo al mando de los equipos de emergencias que acudieron a la zona del atentado, relataba como todavía resonaban en su cabeza el sonido de las personas que impactaban contra el suelo tras lanzarse de las torres en llamas. Según su teoría, no podían hacerlo más que para librarse del sofocante calor que el incendio emitía.
De repente la imagen persigue a una de esas personas que se lanzaron al vacío. La sigue durante su caída y aunque unos árboles impiden ver el impacto (¡por suerte!) sí que se puede oír perfectamente el estruendo del impacto. Un ruido sordo y sostenido. Durante un segundo, quizá un poco menos. Un estruendo que te deja helado. Yo sigo en shock.

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